LEONEL GARCÍA
Hay preguntas que, por más que vengan de un
ser querido o que tengan la mejor intención, taladran el alma. "¿Para
cuándo el hijo, María?" María, arquitecta hoy de 42 años, y su esposo
Sergio, también profesional, sonreían y desviaban la conversación. Las sonrisas
eran una fachada, la procesión iba por dentro; la vergüenza, también. Y a
medida que pasaba el tiempo, era cada vez más difícil. ¿Cómo decir a los dos
años de casados que su matrimonio no estaba consumado?, ¿y a los cinco?, ¿a los
ocho?, ¿a los diez?
Ambos eran de fuertes convicciones
religiosas, de esos que pensaban que la virginidad era algo a mantener hasta el
matrimonio. María tenía un padre especialmente autoritario. Sergio no era muy
insistente. Pero el "Sí, quiero" ante el cura no pudo liberarlos.
Eran casados y castos; e infelices.
En estos tiempos de sexualidad casi explícita
en el prime time televisivo cuesta creer en algo así como un matrimonio
"no consumado" o "blanco". Así se conoce a la imposibilidad
de una pareja heterosexual (en los hechos, no tiene por qué estar casada) de
tener relaciones sexuales mediante penetración vaginal, intentándolo por lo
menos una vez a la semana, durante un período mayor a los cuatro meses. Pero
existe, y mucho más de lo que se cree: según varios estudios internacionales,
esto ocurre entre el 1% y el 2% de las parejas. Incluso para la Iglesia
Católica puede ser considerada causal de nulidad para un matrimonio (ver nota
aparte). Esta situación suele permanecer secreta bajo siete candados, en el más
absoluto silencio, como el más avergonzante y humillante de los tabúes.
Lo sabe bien Laura (33), nueve años de
noviazgo y seis de casada "blancos". Primero fue el miedo, luego fue
la "responsabilidad" como excusa, finalmente, el acostumbramiento.
Nada durante el noviazgo, nada en la noche de bodas, nada en la luna de miel,
nunca nada jamás. "Hacia el mundo externo, (éramos) la pareja ideal; en
casa, buenos amigos. Llegó un momento que no teníamos el más mínimo contacto.
Nuestro problema iba con nosotros hacia todos lados como un equipaje. Yo me
sentía un bicho raro, sentía mucha vergüenza y me preguntaba: ¿con quién
compartir esto? Y la respuesta era: con nadie".
El sexólogo clínico Santiago Cedrés, director
del Centro Plenus, califica a esta disfunción como "el secreto más
guardado" entre un hombre y una mujer. Pero de a poco, el velo se va
cayendo. Es por eso que más que hablar de un aumento de casos, los
especialistas hablan de un incremento notorio de la cantidad de parejas que
están pidiendo ayuda.
causas. Necesaria aclaración: no tener coito
vaginal no significa que la pareja no tenga vida sexual. "Son hombres y
mujeres muy, muy creativos en el juego previo", explica el psiquiatra y
sexólogo Carlos Moreira, director de la Clínica Masters. No tienen más remedio
que serlo. Es que cuando falta la penetración, tienen que encontrar mecanismos
sustitutivos -sexo oral, anal, masturbación mutua- para llegar al orgasmo.
El vaginismo, la contracción involuntaria de
los músculos perivaginales impidiendo la penetración, es señalada como la
principal causa de la no consumación.
El Centro de Educación, Terapia e
Investigación en Sexualidad (Cetis) de Argentina, un lugar de referencia
mundial sobre este tema, indica que en el 64% de las parejas con este problema,
son ellas las que no quieren o pueden ser penetradas. Más claro: por más que
debe encararse como un problema de ambos, en la mayoría de los casos, la
"culpa" es de la mujer. La fobia sexual (que es menos frecuente en el
hombre) y la dispareunia (dolor genital asociado al coito), que pueden estar
vinculadas o no a esa causa principal, son otros de los factores señalados. Los
expertos uruguayos coinciden, pero Cedrés sube la prevalencia del vaginismo a
un 70% de los casos y Moreira a un 90%.
Es que hasta la investigación médica resulta
ser machista. Cuando la responsabilidad en un matrimonio no consumado recae en
el hombre (un 16% de los casos, según el Cetis), ya sea por disfunción eréctil
total o eyaculación precoz "anteportas" (antes de la penetración), un
fármaco, ya sea en base al sildenafil o antidepresivos, puede significar la
solución mágica.
Pero en una mujer, el vaginismo implica un
tratamiento más prolongado que, aseguran los especialistas, llega en la inmensa
mayoría de los casos a buen puerto. La metodología empleada incluye
psicoterapia, medicamentos, ejercicios de relajación e incluso el uso de
dilatadores vaginales (ver nota aparte).
"Por lo general, el vaginismo se
acompaña de fuertes molestias y dolor, el cual agudiza el reflejo y el evitar
la práctica (sexual). En casos agudos, la mujer no permite ni siquiera la
inspección del ginecólogo, trepa en la camilla y cierra las piernas con mucha
fuerza intentando de manera inconsciente, evitar cualquier penetración. Las
causas son variadas. El 99% son de origen emocional, no orgánico: experiencias
traumáticas, temores por ignorancia, represiones, educación negativa, represiva
y culposa en torno a lo sexual", dice la psicóloga y sexóloga Carolina
Villalba, responsable del portal sexualidadplena.com.
Gabriela Dartayete, psicoterapeuta del Centro
Plenus, matiza la influencia de una educación en exceso represiva -basado en lo
religioso o no- en temas sexuales. "Si bien eso tiene profunda influencia,
no tiene por qué ser determinante. La educación y las creencias -sea de la
religión que sean- pueden brindar restricciones, pero también cuidados y
sentido al vínculo sexual. El ser humano tiene libertad y es capaz de lograr
autonomía para elegir el modo en que se relaciona sexualmente".
motivaciones. El reloj biológico de las
mujeres, ese deadline que indica que a eso de los 35 años están perdiendo el
tren para la maternidad, es, coinciden los expertos consultados, la principal
motivación para encarar el problema. "Hay que tomar en cuenta que este es
un problema de ambos. Y entonces suelen llegar a la consulta cuando quieren concebir",
señala el sexólogo clínico Cedrés. Según un estudio del Cetis, el 56% de las
parejas que consultan tienen entre 31 y 40 años.
No es la única motivación. "La
maternidad puede ser un detonante, pero también está, en ambos integrantes de
la pareja, el deseo de afrontar un acto sexual con naturalidad", agrega la
psiquiatra Dartayete.
Esa "naturalización" puede requerir
un doloroso proceso mental. Los juegos sexuales que no incluían penetración
vaginal parecían suficiente para Noelia (39), también arquitecta. Así lo fue
para ella y para su pareja durante 13 años. Cuando quisieron "vivir etapas
de la intimidad" que les hicieran sentir que avanzaban, se sintió
estancada. Descubrieron, con llantos, negativas, miedos, obstáculos que no
alcanzaban a definir, y "una angustia emocional enorme", que activar
algo que les era completamente nuevo y ajeno era por demás difícil. Una larga
lista de fracasos de pareja anteriores, divorcios o no, también es motivo para
pedir ayuda.
De los casos antes nombrados, Laura y Noelia
eran vagínicas. También lo era María, aunque su caso estaba agravado porque la no
consumación de su matrimonio tenía un origen mixto (el restante 20% de los
casos, siempre de acuerdo con el Cetis). La ansiedad sexual le provocaba a su
marido, Sergio, episodios de impotencia durante los (escasos) intentos. De ahí
la importancia de que la pareja encare conjuntamente el problema.
animarse. "Con el surgimiento de más
recursos médicos para los tratamientos, estas consultas han crecido
exponencialmente", afirma el director de Plenus. El acceso a más
información, añade Villalba, también conspira para terminar con esta angustia.
Distintos responsables de clínicas sexológicas consultados, indicaron que hoy
entre el 5% y el 15% de las parejas que asisten lo hacen por la no consumación
de su relación.
Hoy y en la clínica Masters, Moreira atiende dos
casos por mes de vaginismo. Una década atrás, llegaba por ese problema una
mujer cada tres meses. Un incremento -solo en esa institución- del 500% de
consultas por la disfunción sexual más relacionada a los matrimonios no
consumados.
En un artículo publicado en el diario
argentino Clarín, el pasado 29 de agosto, se indicó que en ese país las
consultas médicas por no poder tener sexo con penetración vaginal crecieron un
15% en diez años, y que estas terapias son efectivas en un 97% de los casos.
"Cuando surgió el Viagra, nadie, ni
siquiera (el laboratorio) Pfizer, pensó que había tantos impotentes. ¡Acá
ocurrió lo mismo! En el caso del vaginismo fue fundamental la difusión de la
terapia sexual, y la integración de lo cognitivo con ejercicios físicos y aparatos",
enfatiza Moreira.
En épocas nada lejanas, estas parejas
quedaban condenadas al fracaso o a vivir con un secreto que los avergonzaba.
Hoy Sergio y María siguen sin tener hijos (y a ella se le está acabando el
tiempo), pero al menos se han "rehabilitado" en lo sexual. Tras 15
años sin nada, Laura ya dejó de sentirse un "bicho raro"; de hecho,
dejó de andar por la vida con la mirada hacia abajo, con la cara apenas lavada,
para sentirse "una mujer plena, segura, feliz, atractiva, sexy,
gustada" y con un matrimono revitalizado. Noelia también se animó a la
terapia y, como las demás, aprendió a conocer su cuerpo y a hacérselo conocer a
su pareja; un año después, llegó Luciana, su primera hija.
Lo dijo
Carlos Moreira
clínica masters
"Para que tenga una idea de cómo
avergüenza la magnitud del tabú. Una paciente mía tenía una hermana ginecóloga.
Y ella me decía: `No puede ser que mi hermana esté dando clases de sexo en los
liceos y yo no me anime a hablar de este tema con ella`".
Carolina Villalba
www.sexualidadplena.com
"En un estudio que he realizado con 25
casos de vaginismo, doce de ellos eran matrimonios no consumados. Esta
disfunción es la causa de la inmensa mayoría de los casos. El vaginismo puede
presentarse desde el inicio de la vida sexual".
Santiago Cedrés
centro plenus
"En Plenus y en los últimos 4 años, el
5% de las parejas que vinieron fueron por matrimonios no consumados y las
edades estaban entre los 25 y los 45 años. Uno solo era causado por disfunción
eréctil total. El resto eran por vaginismo severo".
Psicoterapia y ejercicios
La sexóloga Carolina Villalba indica que,
muchas veces, "solo el hecho de informar y mostrar la anatomía de la
mujer, que conozca su cuerpo y enseñarle técnicas de relax y de
autodescubrimiento, obran cambios muy importantes". Y es fundamental,
agrega, que el varón se integre a la tarea.
El doctor Carlos Moreira, de Clínica Masters,
tiene un método a desarrollar en ocho sesiones que puede incluir ejercicios de
respiración, hipnosis y el uso "progresivo" de dilatadores vaginales.
Estos son una suerte de consoladores que pueden ser inflables o fabricados en
PVC o silicona. El más fino tiene el grosor de un lápiz y el más grueso, el de
un pene. "Pero también hace falta un encare psicoterapéutico, ¡esto no es
como abrir una vía que está cerrada! Hay que sacarle la fobia, el miedo. Y debe
sentir que está progresando en cada sesión".
Santiago Cedrés, director de Plenus, agrega
que se pueden emplear antifóbicos y ansiolíticos. También habla de esos
dilatadores (los llama bujías) y de la importancia de la colaboración de la
pareja. "El matrimonio no consumado por vaginismo, es una disfunción
sexual que no se puede corregir sola", enfatiza.