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Novedades y temas de carácter sexual atinentes a cuestiones que se plantean y analizan en el Uruguay

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Novedades del sexo a la uruguaya







En los últimos años, algo cambió en lo referente a la sexualidad uruguaya. Los problemas son los mismos. Eyaculación precoz y disfunción eréctil entre los hombres y dificultades para alcanzar el orgasmo en la mujer siguen liderando el listado de motivos por el que las personas se acercan a un consultorio sexológico. Sin embargo, hay otra variación muy significativa. Sustancial. Mientras años atrás, quien solía tocar la puerta del especialista en cuestión era una persona, en solitario, con tanta vergüenza y desconfianza como preocupación, hoy es frecuente que quienes se aparezcan en el consultorio sean parejas, y cada vez más jóvenes.

"Ahora, el chico que viene porque sufre de eyaculación precoz llega acompañado de su novia, incluso por pedido de ella. Hoy la mujer participa mucho más en la decisión del hombre de atenderse. Años atrás, yo preguntaba: `¿Tu novia sabe que viniste?` Y me decían que no", asegura la sexóloga Carolina Villalba.

Para ella, éste es uno de los cambios más importantes que se han dado en los últimos tiempos en el panorama sexológico uruguayo, así como el aumento general de las consultas de parejas. "Vienen sobre todo por desavenencia en los ritmos: uno no quiere sexo y el otro sí, o uno tiene más deseo que otro. No se empareja la sexualidad. Eso es bien novedoso. Antes la mujer adoptaba un rol pasivo y aguantaba lo que quería el hombre. Hoy ella marca que no quiere así o que no quiere esa frecuencia, lo que la lleva a un trastorno del deseo y eso inmediatamente se convierte en una crisis de pareja".


El estudio Hábitos Sexuales del Latinoamericano, realizado por el Grupo de Diarios América (GDA) a través de 12.000 entrevistas a internautas mayores de 18 años de 11 países de la región (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Perú, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela) y publicado en 2010, incluye un capítulo sobre este punto. Se les preguntó a los encuestados, por ejemplo, cuál creen que es la frecuencia sexual ideal para mantener relaciones sexuales a la semana. La mayoría de los consultados uruguayos (19,6%) opinó que tres veces (la opción más elegida en todos los países). En contraste, la mayor parte de los encuestados (18,45%) confesó que la frecuencia real con la que suelen mantener relaciones es de dos veces semanales.

El estudio también halló esas diferencias entre las parejas a las que se refiere Villalba, sobre todo explicadas por género. Por ejemplo, en Uruguay 47,3% de los hombres aseguró que requiere mantener relaciones con más frecuencia que su pareja, mientras solo 8,6% preferiría tener menos sexo de lo que quiere su media naranja. Entre mujeres, solo 22,2% pretende más sexo que su compañero, mientras 25,2% esperaría menos actividad que la que pide su pareja. Hay un desfasaje entre los que aseguran requerir igual frecuencia que su pareja, ya que así lo aseguran 52,5% de las mujeres, pero solo 44,1% de los hombres.

Villalba admite que en la consulta es muy común que se plantee que el varón demanda más sexo que la mujer. Pero hace una salvedad. "Eso es lo que se ve, es `el síntoma`. Lo cierto es que el hombre está condicionado culturalmente para pedir más y la mujer se siente avasallada. Pero eso no quiere decir que el hombre tiene más deseo. Sí sucede que uno satura a la pareja ofreciéndose continuamente".

Las conclusiones del informe de GDA coinciden: "Culturalmente a los hombres no se les permite decir que NO a una relación sexual, por lo cual el porcentaje de hombres que desea tener relaciones con menos frecuencia que su pareja es más bajo que el de las mujeres", ya que éstas sí están culturalmente habilitadas a negarse. Asimismo, destaca que "la frecuencia ideal para mantener relaciones sexuales en las mujeres supera a la de los hombres a partir de las edades en que ellas no se preocupan por temas de anticoncepción ni complejos de belleza asociados a la juventud".

La sexóloga uruguaya recalca que trabajar las dinámicas de pareja e intentar alinear sus ritmos es lo más difícil de lograr en el consultorio, a diferencia de tratar una disfunción sexual como eyaculación precoz o impotencia, que en el 80% de los casos se sortean con éxito "sin demasiado esfuerzo". "En el sexo tiene que estar la idea de búsqueda, de seducir, de buscar el deseo y el placer. Lo que `está dado` no genera deseo. Pasa hasta con los niños con las cosas: cuando les sobran o las tienen al alcance de la mano, pierden interés. A los seres humanos nos gusta más cuando tenemos el sentimiento de necesidad. Si el hombre, desesperado, intenta ser agresivo en su propuesta sexual, la mujer se fastidia, menos quiere y ahí se arma el desajuste", explica.

COMUNICACIÓN. Luis y Rosario viven juntos hace ya 10 años. Él es contador y ella empleada en una librería. Dicen llevarse bien, sin embargo ninguno de los dos está completamente satisfecho. Tienen sus diferencias, sobre todo en materia sexual. A ella no le gusta cómo Luis la acaricia y el poco interés que pone cuando le insinúa con la mano la ruta a seguir. A Luis le encantaría que ella disfrute del sexo oral que parece que le hace solo por obligación. "Ella nunca me entiende", dice Luis. "Él es el que no me entiende", acusa Rosario.

Con esta historia, la sexóloga Gabriela Michoelsson ilustra en su reciente libro Sexo a la uruguaya (Ediciones B) los problemas de comunicación que suelen tener las parejas. "El no lograr entenderse en una conversación, en un intercambio de ideas, surge cuando lo que se dice no siempre responde a los hechos que suceden sino a la idea que se tiene de esos hechos", escribe allí la especialista.

Lo cierto es que la falta de diálogo en la pareja, demasiado común a veces, es un enorme escollo para la sexualidad. En el informe de GDA, cuando se les preguntó a los entrevistados uruguayos si se habían comunicado con su pareja sobre sus preferencias sexuales, problemas o fantasías en ese terreno, mientras la mitad contestó que sí, 43% respondió "a veces" y 7,7% confesó que "nunca".

Esta realidad también se cristaliza en la cantidad de mujeres que admiten haber simulado un orgasmo alguna vez en su vida: 65% en promedio en todos los países relevados (57% en Uruguay).

Pero claro que esta falta de comunicación no viene de la nada. Todo tiene un comienzo. Por eso, el informe indagó en cómo se trató el tema en la familia de los entrevistados cuando estos eran pequeños. ¿Cuál era la actitud referente a la sexualidad? En promedio, 38% de los consultados manifestó que era un tema que no se discutía en su familia, que era "obviado": sin connotaciones negativas pero tampoco positivas. Frente a la pregunta ¿en qué medida le resultó satisfactoria la comunicación con sus padres acerca de temas sexuales?, en todos los países la mayoría contestó que no tuvo comunicación alguna de parte de sus progenitores. En Uruguay, ese número fue de 29,5%, seguido por la respuesta "poco satisfactoria", con 23,5%.

A su vez, el informe recogió que la principal fuente de información sexual para la mayoría de los encuestados fueron amigos de su edad y publicaciones (libros, revistas, periódicos). Recién en tercer lugar aparece la "madre", luego los profesores del liceo y otros.

Esto puede explicar fácilmente por qué luego, en la adultez, a la persona le resultará incómodo o vergonzoso expresar sus problemas sexuales y sobre todo animarse a pedir ayuda para resolverlos, si bien cada vez más esta realidad está cambiando y, tal como asegura la sexóloga Carolina Villalba, hay mayor apertura.

PRECOCES. Entre otros singulares destaques, Uruguay aparece como el país más "precoz" entre los relevados por el estudio elaborado por GDA. En todas las naciones, el rango de edad más frecuente para debutar sexualmente es entre los 16 y los 18 años. Pero aquí, 22,4% admitió haber tenido su primera vez entre los 13 y los 15, lo que configuró el porcentaje más alto para ese rango de edad. En el promedio general, los hombres debutan con 17 años y las mujeres con 18.

Entre otros datos recogidos, también se destaca que 87,6% de los encuestados uruguayos se consideró heterosexual, 6,8% homosexual y 5,6% bisexual; que el país es el menos religioso del subcontinente estudiado (característica que puede incidir en las prácticas sexuales); y que una de cada cuatro mujeres consultadas (26,2%) declaró haber tenido al menos un aborto, por debajo de Ecuador (36,4%) y arriba de Costa Rica (18%).


¿CUÁL ES EL PAÍS MÁS FIEL DE LA REGIÓN?


¿Uruguay es el país más fiel del continente? A juzgar por la encuesta de GDA realizada entre 11 países de América Latina, podría decirse que sí. En ella, la mitad de los uruguayos entrevistados aseguró que nunca fue infiel a ninguna pareja, lo que significa el mayor porcentaje de respuestas en este sentido. No obstante, 27,6% admitió haber engañado a su media naranja "1 o 2 veces", pero no actualmente; 13,8% dijo haberlo hecho varias veces (más de tres), pero no actualmente; y 7,7% admitió hacerlo en el presente. El país más infiel resultó ser Colombia.

La proporción entre hombres y mujeres infieles se inclina hacia el lado de los varones. En Uruguay, 47,4% de ellos dijo no haber sido nunca infiel (el porcentaje más alto respecto a los demás países), contra 54,4% de las mujeres.
¿Cuándo aparece la infidelidad? En su libro Sexo a la uruguaya, la sexóloga Gabriela Michoelsson ensaya una respuesta: "Una idea ampliamente difundida es que las relaciones paralelas prueban por sí mismas que algo anda mal en la pareja. Sin embargo, hay que considerar que las personas las tienen por una variedad de razones, de las cuales solo algunas reflejan problemas en la pareja. Otras puede ser de índole netamente individual. Dentro de estas razones personales, hay individuos que no pueden dejar de ser infieles por su baja autoestima, una necesidad constante de seducir para probar que siguen siendo atractivos, que siguen conquistando, reafirmando esto solo con relaciones clandestinas una detrás de otra. Bajo estas conductas se observa su necesidad de mantener el poder y su autoestima falsamente elevada por compensación".

Mi opinión sobre matrimonio igualitario




        Seguí detenidamente la discusión parlamentaria sobre el proyecto de ley de matrimonio igualitario y quedé, sinceramente lo digo, profundamente molesto y desconcertado.
        Creo que aquí hay una distorsión a dos puntas. En primer lugar una cuestión de palabras y en segundo término una cuestión de fondo.
        Los defensores del matrimonio igualitario, proyecto que al final fue aprobado en el Senado de la República, mezclan en su argumentación las dos cuestiones como si fueran la misma cosa, en una inconsistencia argumental que realmente aterra.
          Matrimonio en latín quiere decir matrixmonio, que significa en buen romance, matrix, madre, monio, defensa, esto es, defensa de la madre. Para los latinos el matrimonio no comienza con el casamiento, sino en el momento en que la mujer tiene hijos. Es un instituto para defender a la madre, para que no quede sola con los hijos.
        Más allá de eso, la palabra matrimonio, tal como la concebimos significa una cosa muy concreta en términos generales. No es una mera cuestión de palabra. Una mesa se llama mesa y no violín, por algo, decirle violín a una mesa, es atentar desde una cuestión de palabra contra la cuestión de hecho de lo que es una mesa.
        Junto a esto está el tema de fondo. Nadie está en contra de las uniones libres, cada cual puede unirse con quien quiera y nadie puede evitarlo, lo que se cuestiona y es lo que los defensores del matrimonio igualitario no quieren y no les conviene entender es el hecho de llamarle a eso matrimonio. No es matrimonio, como no lo es el concubinato, aunque sea legítimo vivir de esa forma.
        Se pretende creo yo invertir las cosas, perdiendo de vista que si las relaciones entre el mismo género tuvieran la misma equiparación conceptual que las relaciones heterosexuales, ellos no estarían aquí con vida.
        A todo esto se le agrega la cuestión de la adopción de los hijos y el tema de los apellidos en una solución realmente lamentable que va a generar chicos con problemas de relación. Nada indica que lo que les parece bien a estos “padres” andando por la vida, tenga que resultarles cómodo a los “hijos”.
        Ya los jueces han dicho que la ley tiene inconsistencias jurídicas que la vuelve impracticable.
        Lo peor que puede pasarle a una ley, no es que sea mala, una mala ley pero que se aplica, es una buena ley. Lo peor que puede sucederle a una ley es que no se aplique y sea simple letra muerta. En eso, al parecer no han reparado.
        No se legisla a golpe de balde, cambiando de caballo en la correntada, se legisla de acuerdo a doctrina y este proyecto altera incluso el mismo Código Civil.
        Creo, sinceramente lo digo y estoy pensando desde un punto de vista liberal, que esto se enmarca en toda una tendencia que se ha venido profundizando en los últimos años, que consiste en hacer sentir mal y molesto al hombre y la mujer heterosexual, como si hubiera que arrepentirse de algo, por el hecho de desear exclusivamente a un miembro del sexo opuesto y lo normal, lo aceptado, lo correcto fuera la inversión del instinto y el afecto.
        Nadie discute la libertad ajena, puesto que el Estado no es quien para meterse en el colchón de los demás, lo que se cuestiona aquí es el despropósito de poner en un pie de igualdad al heterosexual con el homosexual, como si nacer por fecundación artificial fuera lo mismo que nacer en un acto de amor natural.
        Siento que los que somos heterosexuales estamos viviendo una discriminación, cuando es falso que se le esté negando la libertad a las opciones sexuales diferentes. Nadie está contra la unión libre, porque aun estándolo no la puede evitar, lo que se cuestiona es la distorsión de la palabra matrimonio y por ende de su esencia más profunda.