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Novedades y temas de carácter sexual atinentes a cuestiones que se plantean y analizan en el Uruguay

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Mi opinión sobre matrimonio igualitario




        Seguí detenidamente la discusión parlamentaria sobre el proyecto de ley de matrimonio igualitario y quedé, sinceramente lo digo, profundamente molesto y desconcertado.
        Creo que aquí hay una distorsión a dos puntas. En primer lugar una cuestión de palabras y en segundo término una cuestión de fondo.
        Los defensores del matrimonio igualitario, proyecto que al final fue aprobado en el Senado de la República, mezclan en su argumentación las dos cuestiones como si fueran la misma cosa, en una inconsistencia argumental que realmente aterra.
          Matrimonio en latín quiere decir matrixmonio, que significa en buen romance, matrix, madre, monio, defensa, esto es, defensa de la madre. Para los latinos el matrimonio no comienza con el casamiento, sino en el momento en que la mujer tiene hijos. Es un instituto para defender a la madre, para que no quede sola con los hijos.
        Más allá de eso, la palabra matrimonio, tal como la concebimos significa una cosa muy concreta en términos generales. No es una mera cuestión de palabra. Una mesa se llama mesa y no violín, por algo, decirle violín a una mesa, es atentar desde una cuestión de palabra contra la cuestión de hecho de lo que es una mesa.
        Junto a esto está el tema de fondo. Nadie está en contra de las uniones libres, cada cual puede unirse con quien quiera y nadie puede evitarlo, lo que se cuestiona y es lo que los defensores del matrimonio igualitario no quieren y no les conviene entender es el hecho de llamarle a eso matrimonio. No es matrimonio, como no lo es el concubinato, aunque sea legítimo vivir de esa forma.
        Se pretende creo yo invertir las cosas, perdiendo de vista que si las relaciones entre el mismo género tuvieran la misma equiparación conceptual que las relaciones heterosexuales, ellos no estarían aquí con vida.
        A todo esto se le agrega la cuestión de la adopción de los hijos y el tema de los apellidos en una solución realmente lamentable que va a generar chicos con problemas de relación. Nada indica que lo que les parece bien a estos “padres” andando por la vida, tenga que resultarles cómodo a los “hijos”.
        Ya los jueces han dicho que la ley tiene inconsistencias jurídicas que la vuelve impracticable.
        Lo peor que puede pasarle a una ley, no es que sea mala, una mala ley pero que se aplica, es una buena ley. Lo peor que puede sucederle a una ley es que no se aplique y sea simple letra muerta. En eso, al parecer no han reparado.
        No se legisla a golpe de balde, cambiando de caballo en la correntada, se legisla de acuerdo a doctrina y este proyecto altera incluso el mismo Código Civil.
        Creo, sinceramente lo digo y estoy pensando desde un punto de vista liberal, que esto se enmarca en toda una tendencia que se ha venido profundizando en los últimos años, que consiste en hacer sentir mal y molesto al hombre y la mujer heterosexual, como si hubiera que arrepentirse de algo, por el hecho de desear exclusivamente a un miembro del sexo opuesto y lo normal, lo aceptado, lo correcto fuera la inversión del instinto y el afecto.
        Nadie discute la libertad ajena, puesto que el Estado no es quien para meterse en el colchón de los demás, lo que se cuestiona aquí es el despropósito de poner en un pie de igualdad al heterosexual con el homosexual, como si nacer por fecundación artificial fuera lo mismo que nacer en un acto de amor natural.
        Siento que los que somos heterosexuales estamos viviendo una discriminación, cuando es falso que se le esté negando la libertad a las opciones sexuales diferentes. Nadie está contra la unión libre, porque aun estándolo no la puede evitar, lo que se cuestiona es la distorsión de la palabra matrimonio y por ende de su esencia más profunda.