Si tomáramos el mundo de las relaciones
amorosas cual un enorme mercado de consumo, en el que cada persona cotizara
según sus cualidades como posible pareja, digamos, del 1 al 10, y sumando
puntos por atractivo físico, inteligencia, nivel educativo, calidad de su
empleo, seguridad, buen humor, prestancia, simpatía... ¿cuánto valdría usted?
¿Y con cuánto puntuaría a su actual pareja o a esa persona que le gustaría que
lo sea? El mismo candidato, ¿cotiza igual para usted que para su vecino?
Esto es lo que estudia la psicología
evolutiva, que hoy, con las novedades de la tecnología y el mundo sexual
revolucionado, ha tomado nota de cambios significativos en los motivos de
selección de pareja.
Tradicionalmente, los criterios
femeninos y masculinos estaban -al menos en los papeles- bastante delineados:
en sus estrategias de cortejo, las mujeres seducían por el atractivo físico y
los hombres por el estatus (es decir, la autoconfianza, la postura corporal
segura), ya que esos serían indicios de estabilidad, seguridad y capacidad para
ser un buen padre.
Los tiempos modernos han confundido las
cosas. Ya no es confiable para el varón fijarse en las caderas o la cintura de
una mujer para identificar si podrá quedar embarazada (como, según explican los
expertos, hacían los hombres primitivos); la cirugía plástica arruinó ese
indicador. De la misma manera, el hombre puede tener elementos de estatus sin
ser muy proveedor. Por eso, se habla de incorporar nuevas variables a tener en
cuenta.
La sexóloga Carolina Villalba lo ve así:
"Los mandatos sociales, culturales y religiosos siempre condicionan la
posición del varón o la mujer frente a la seducción. Los códigos del momento
van a determinar qué se elige o qué se pone en juego a la hora de elegir una
pareja. En la época primitiva, lo importante era la reproducción. Hoy, de
alguna manera, se pone en juego lo mismo: ver si la pareja será buena en lo que
se espera para el desarrollo de la vida, si quiere tener hijos, si quiere
desarrollar la faceta profesional. Es decir, si el otro encaja en nuestro
proyecto de vida. La tendencia a la autoprotección y a generar un marco del
mayor éxito posible para el proyecto de vida es lo que condiciona siempre la
elección de la pareja".
Pero cambios hay. Y la mayoría devenidos
a partir de una única y enorme revolución, la mayor del siglo XX, como apunta
el psicólogo de parejas Álvaro Alcuri. Para él, lo que elegimos a la hora de
seleccionar compañía no ha variado; lo que sí se modificó es lo que mantiene a
ese dúo unido. "Lo que nos mantenía juntos hasta principios del siglo XX
eran convenciones sociales, culturales o la situación material que hacía que la
mujer dependiera del hombre. Luego sucede lo que José Pedro Barrán y otros
identificaron como la mayor revolución exitosa del siglo XX, la revolución
femenina, que le dio a la mujer un lugar completamente inédito en la historia,
la sacó de la posición de dependiente, sumisa, mantenida por el hombre y le dio
autonomía, acceso a la educación, al trabajo, y hasta a los orgasmos. Eso
revolucionó las razones por las cuales estar juntos".
Villalba coincide en que el nuevo
posicionamiento de la mujer modificó el panorama, pero señala que todavía hay
muchas que siguen el modelo anterior. "Estamos en una etapa de transición
y como tal es compleja. Hay mujeres que todavía buscan a un hombre tradicional,
son dependientes, mantenidas. Creo que en nuestro momento histórico conviven
varios modelos y hay ambivalencias terribles, se generan cosas muy bravas. Lo
vemos en chicas que no logran definir qué quieren de un varón, entonces les
cuesta mucho conseguir una pareja. Por un lado, todavía conviven con el modelo
de la mamá y la abuela: buscan el hombre tradicional, y por otro lado, se
resisten a eso, porque están en una generación donde tienen que marcar otro
paradigma para la mujer. Por un lado, quieren un hombre contenedor, pero
también quieren dominar, y no perder la independencia". La sexóloga
asegura que esa dinámica está afectando también al hombre, "que empieza a
sucumbir frente a la atracción del poder femenino. Villalba hasta describe un
cuadro llamado "trastorno del cortejo", que ve con frecuencia en su
experiencia clínica, y que consta de varones que no logran seducir a las
mujeres; de hecho, la sola perspectiva de esa situación les puede generar un
ataque de pánico.
¿A CUÁNTO COTIZA USTED?
Es que la situación de cortejo cambió. Una de
las nuevas variables que más se están estudiando es lo que los evolucionistas
llaman el mate value (en inglés, algo así como "el valor de
compañero"). ¿Recuerda el ejercicio al inicio de este artículo? Pues se
trata justamente de eso: la nota que tendrías si estuviera en el mercado del
emparejamiento. "Tiene que ver con cuál sería tu valor en ese
mercado", explica Maryanne Fisher, doctora y profesora del Departamento de
Psicología de la Universidad de Saint Mary, en Canadá.
Fisher es una de las psicólogas que más
han investigado el tema del mate value, y creó una escala que permite medirlo
tomando en cuenta aspectos como la personalidad, la sociabilidad, la paternidad/maternidad,
la riqueza, la apariencia física, la promiscuidad, el miedo al fracaso y la
sexualidad, entre otros. Por extraño que suene, lo cierto es que se han hecho
diversos estudios para evaluar el impacto del mate value sobre la selección de
pareja. Los especialistas han llegado a ciertas conclusiones. Por ejemplo, de
manera general las parejas más exitosas son las que tienen un mate value
similar.
David Buss y sus estudiantes de la
Universidad de Texas también se han interesado en el mate value. En 2008,
publicaron un estudio que demostraba que las mujeres con un mate value alto,
sobre todo en la apariencia física, eran más selectivas a la hora de elegir una
pareja. Buss estudió a 107 matrimonios que llevaban menos de un año casados y
les preguntó qué era lo que más esperaban de su pareja. Se confirmó que para
las mujeres el estatus y los recursos de los hombres eran más importantes que
su apariencia, y para ellos, en cambio, este último criterio seguía dominando
al momento de la elección.
La propia Fisher cuestiona la validez de
los datos reunidos hasta ahora. Explica que pese a ser una psicóloga
evolucionista, cree que las normas sociales y culturales juegan un rol
fundamental en el comportamiento humano y en la manera en que nos percibimos. "Hoy
estamos en una época en que las mujeres trabajan predominantemente y no tienen
que depender de los recursos de un hombre como se presume lo hacían hace dos
millones de años. Entonces me pregunto cómo los recursos de las mujeres afectan
el mate value masculino. Quizás hoy los recursos que tiene una mujer sean un
elemento importante para ellos a la hora de elegir", señala.
Cuenta, para ilustrar los cambios
actuales, que leyó recientemente un artículo que daba cuenta del fenómeno que
está ocurriendo en China, donde hay muchos más hombres solteros disponibles que
mujeres. Eso ha llevado a que ellos no sólo se preocupen de ser exitosos y
tener recursos, sino que están aprovechando una enorme industria para mejorar
su apariencia física, un aspecto que supuestamente las mujeres no toman tanto
en cuenta.
Modelo que no atrae
sexualmente
Eso de que el hombre propone y la mujer
dispone, "es tal cual", asegura la sexóloga Carolina Villalba, quien
afirma que, en todas las etapas de la evolución, siempre fue la fémina la que
eligió con qué varón quedarse, aún en las épocas en las que la decisión era
precedida de presiones. "Antes los padres le elegían al candidato, o ella
lo elegía por conveniencia, y eso era triste, pero si lo pensamos era `a favor`
de la mujer, en el sentido de que supuestamente se pensaba en lo mejor para
ella. El hombre no tenía que desplegar nada, porque con ciertas herramientas
-dinero, poder, posición- tenía la mujer que quería. Lo que le daba trabajo era
adquirir esas herramientas. Hoy no es tan así, porque si la mujer ya tiene
dinero, poder y posición por sí sola, no le llama tanto la atención en otro o
no es lo que busca, por lo que el hombre tiene que poner en juego otras
herramientas".
Sin embargo, observa Villalba, esto conlleva
una ambivalencia peligrosa. "Si él adopta otra postura -que sería la
contraposición de lo que aprendió hasta ahora-, más dócil, más servil, más
pasivo en la convivencia, lo que vemos (en la consulta) es que la mujer no
reacciona positivamente en cuanto a la atracción, al deseo sexual puro. No a lo
racional, sino a la compulsión. Una cosa es lo racional -quiero que colabore en
la casa, etc.-, pero por otro lado, no le ha dado el tiempo todavía de
desarrollar la capacidad de sentir atracción -la pulsión sexual- que se
determinó durante siglos por el otro modelo".
Al enamorarnos, no
vemos lo real
Para el psicólogo Jorge Bafico, no hay
variables determinantes para enamorarse "más allá de determinadas pautas
culturales y sociales que influyen", entre las que, sí, se cuenta el
dinero. No obstante, apunta, "los estereotipos socioculturales de la
feminidad y de la virilidad están en pleno cambio. La sociedad hoy impulsa a
los hombres a expresar sus emociones. La frase `los hombres no lloran` parece
no tener consistencia. Hay una tendencia de que el hombre pueda mostrar sus
emociones, feminizarse; las mujeres en cambio, se encuentran en una especie de
`empuje al hombre`, reivindicando la igualdad de los sexos en todas las
áreas".
La aparición de cambios como el
casamiento entre personas del mismo sexo es una muestra de la movilidad de
estos paradigmas, asegura. "Las frases tradicionales: `el casamiento es
para toda la vida`, `un hombre lo que necesita es una mujer`, ya no responden
al escenario amoroso. Pero más allá de estos cambios rotundos, la naturaleza
del amor sigue siendo la misma: es una necesidad intrínsecamente humana, vital
e inconsciente, de una complejidad laberíntica que desvanece muchas veces a la
realidad. Nunca en el momento de enamorarnos vemos el objeto real sino aquello
que creemos ver en el otro. Por suerte, el amor sigue siendo un enigma",
concluye.
Consumir el amor como
un producto
"Hoy todo el mundo está muy
enfocado en buscar una especie de candidato ideal; las personas están eligiendo
pareja como quien elige un limpiavidrios, un desodorante o un par de
zapatos", reflexiona el psicólogo Álvaro Alcuri, quien está preparando un
libro sobre el tema. Y continúa: "Todo el asunto es a quién elijo. Si
elijo a la persona correcta, considerada casi como un producto, eso me augura
una buena vida en pareja. Eso es radicalmente falso, porque idealizamos al otro
como alguien que me tiene que satisfacer y garantizar la felicidad. Y eso es
una filosofía más de consumo que de compromiso con un vínculo. Obviamente esa
idea de pareja estalla; el vínculo no puede perdurar cuando creemos que no
tenemos que poner nada y exigirle tanto al otro. Exigimos más como un
consumidor le exige prestaciones a un 0 kilómetro, sin entender que nosotros
estamos poniendo cada vez menos. Nos falta comprometernos más. Es algo que pasa
hace tiempo, pero se ve mucho en el consultorio y la gente no suele ser
demasiado consciente de eso".
Diferentes reacciones
de ellos y ellas
En los `80, se realizó un experimento
que consistía en invitar a personas del sexo opuesto a tres tipos de
actividades: tomar un café juntos, conocer su departamento o tener sexo. La
respuesta mayoritaria en los hombres fue tener una relación sexual o conocer el
departamento. Las mujeres, en cambio, respondieron masivamente que querían
tomarse un café. Para los evolucionistas, ésta fue una prueba de que las mujeres
son selectivas al formar pareja y los hombres siempre están listos para una
relación sexual y reproducirse.
Por otro lado, un estudio midió las
reacciones fisiológicas de hombres y mujeres frente a la infidelidad. Se notó
que la respuesta femenina era más bien depresiva, de inactividad y
retraimiento, mientras que en el hombre registró una reacción más agresiva.