DANIELA BLUTH
Tenés teléfono mi amor. Dale, mi amor,
es del diario El País, para vos". La que habla es Luján Martínez,
profesora de Educación Física y futura cuarta esposa del futbolista Antonio
Alzamendi, veloz puntero de Peñarol, Nacional y la selección uruguaya. Hace más
de nueve años que están en pareja y pese a que el icónico goleador ya tiene
tres matrimonios y tres divorcios en su haber (ella uno solo), el plan es
casarse en los próximos meses. Con fiesta y todo, por supuesto. "Creo que
es una forma de demostrarle a la otra persona cuánto vos podés amarla",
dice Alzamendi para justificar una decisión que, en estos tiempos, sorprende a
más de uno. "Cuando uno se siente seguro de las cosas y cree que esa
persona es con la que querés compartir tu vida, no pensás que el día de mañana
te podés separar o que el amor se puede terminar. Además, nadie tiene la bola
de cristal".
En Uruguay, según datos preliminares del
Censo 2011, las personas que pasaron por el Registro Civil todavía superan -y
casi duplican- a las que eligen el modo de "unión libre" para vivir
en pareja. Aunque el sondeo no preguntó cuántas veces se casó cada persona,
técnicos y especialistas infieren que los uruguayos con tres o más matrimonios
siguen siendo raras avis que calzan a la perfección dentro de la categoría de
"casos excepcionales".
"Son excepciones donde pesan
algunas convenciones, algunos tradicionalismos, la confesión religiosa, la
pertenencia a un grupo social y el mensaje materno-paterno. Pero la tendencia
es al revés, a no casarse", explica el psicoterapeuta Álvaro Alcuri.
"La mayoría de la gente no está confiando en las leyes ni en las reglas,
no está pasando por el juzgado ni por la iglesia, entonces hacen parecer a los
que lo hacen como bichos raros", completa.
En el discurso de Alzamendi, al igual
que en el del resto de los entrevistados por Domingo, no aparece el término
diferente o raro. En cambio, suenan palabras como compromiso, pasión y amor.
"Siempre me he casado convencido de que era la pareja de mi vida. El amor
se termina, pero también se vuelve a empezar. A mí me dicen loco o inestable
porque me separé muchas veces, pero estoy seguro de que mentalmente estoy mejor
que muchos", opina el deportista.
Desde hace un par de años Antonio y
Luján viven en su casa de Cardona, Soriano, donde él tiene una
cancha de fútbol cinco y espera una oportunidad para volver a dirigir. Ella es
su cable a tierra y una excelente compañera, dice. "Mirá que aguantarme a
mí no es fácil", remata.
CAMINOS DIFERENTES.
Las razones que conducen hacia el matrimonio
suelen ser tan diversas como las personas involucradas en una relación. Pocas
veces se aplica con tanto tino la manida frase: "Cada pareja es un
mundo".
"Yo siempre digo, así estés casado,
nadie te pone un revólver en el pecho para decir `casate`. Es un compromiso, si
después no anda, por suerte existe el divorcio" dice entre risas Roberto
Martínez, de 47 años y con tres matrimonios en carpeta. Y enseguida recuerda la
metáfora que utilizó un amigo suyo: "Es como cuando vos agarrás una foto y
le ponés un marco y la colgás en la pared. Entra en otra categoría que las
demás, que están todas sueltas en el cajón".
Martínez no recuerda las fechas con
exactitud. Su primer casamiento fue alrededor de los 25, el segundo a los
"treinta y pico" y el tercero a los "cuarenta y pocos".
Ahora tiene dos hijos pequeños. "Es interesante ver cómo con cada uno de
los casamientos el amor cambia. Las inquietudes personales varían con el
tiempo, y es cuando las parejas tienen intereses diferentes que aparecen las
dificultades".
Algo de eso le pasó a Roberto Caplán con
su primer matrimonio, hace ya 50 años (hoy tiene 72). "Cuando te casás muy
joven tenés una contra muy grande, a esa edad estás totalmente inmaduro, te
estás formando como persona y es muy difícil que la gente crezca de la misma
manera. Es muy común que con el tiempo no desarrolles los mismos hábitos y los
mismos gustos, y ese es un factor que genera problemas", explica. "En
mi caso no hubo un hecho que determinara el divorcio, lo que había era desgaste".
Caplán reincidió en dos ocasiones más. Y
siempre la propuesta de casamiento vino de parte de ellas. Hoy vive con su
tercera esposa y sus hijas mellizas, de 12 años. "En el último caso me
pesó la responsabilidad como padre. No me sentí obligado, pero influyeron las
circunstancias. No me divorciaría, pero tampoco me casaría de vuelta",
asegura.
Para la psicoanalista vincular Alicia
González Cruzado, no es lo mismo estar casado que convivir. "No me refiero
a una valoración moral, sino que para el psiquismo humano el nivel de
involucramiento afectivo es diferente, acaso mayor. Tanto el compromiso como el
hecho de hacerlo efectivo ante los demás, reviste otras representaciones a
nivel sociocultural", explica.
Laura Castro (70) se casó por primera
vez en una época en que la convivencia o tener relaciones fuera del matrimonio
"era impensable". En su historia, reconoce, influyó el hecho de venir
de una familia católica. "Tiene que ver con la integración de tu familia,
la clase social a la que pertenecés y la educación que recibiste. Una de las
razones por la que nos casábamos era para salir de la casa de nuestros
padres", recuerda. Años después se fue a vivir al exterior, donde se casó
dos veces más. Aunque fue "fun", dice mezclando el inglés en medio de
la conversación, no piensa casarse más.
NO AL FRACASO.
En general, cada uno de los casamientos
se decide a pleno, con toda la expectativa y, sobre todo, el convencimiento de
que esta vez sí encontraron al amor de su vida. "Con Vero me decidí a
casarme por Iglesia porque sentí que era el amor de mi vida, no me había pasado
en los otros casos, para nada", dice el periodista de espectáculos Daniel
Alejandro.
Él, de 37 años, había estado casado dos
veces y tenía dos hijas. Ella era diez años menor y soltera. "Espero que
Vero sea mi compañera hasta el último segundo de mi vida, pero uno no es el
dueño del destino. A veces el hombre es él y sus circunstancias. Uno no sabe lo
que puede pasar mañana, por eso yo vivo el momento, y hoy soy el hombre más
feliz de la tierra".
Daniel Alejandro nunca vivió los
divorcios como un fracaso, un patrón que también se repite entre los
consultados por Domingo. "Fracaso hubiera sido si en ese momento no me
jugaba por lo que sentía. No creo en los grises, prefiero ser un extremista que
un mediocre, como el que no se arriesga a nada por miedo a perder. Así es la
vida, vinimos a perder y a ganar".
Es frecuente que ante el anuncio de un
nuevo casamiento aparezcan "voces" que cuestionan o critican, quizás
por no entender el porqué de la decisión. "No les hice caso. Yo siempre
apuesto en la vida. Insisto, si fracaso me levanto y sigo".
El periodista contagió a Verónica su
pasión por la profesión y hoy ella es su mano derecha en la edición de la
revista Ahora. Juntos tienen una hija de tres años. "No hay un día en que
no llegue con un regalito para las dos", dice con orgullo.
EL SÍ FÁCIL.
Gastón Capdepont se define
como un "cazador recolector". Tiene 68 años, tres matrimonios, tres
divorcios, dos hijos adultos y dice que es "un peligro". ¿Por qué?
Porque está soltero y al acecho. "Tengo instintos ancestrales muy fuertes,
sigo siendo el cazador recolector. Me es muy fácil acechar la presa para
cazarla. Pero después, ¿qué hago? El problema que yo me veo es que tengo mucha
facilidad de conquista pero después se me complica para mantener la
pareja", reflexiona en su casa de Pocitos, donde disfruta de su coyuntural
soltería.
Dónde cazar no es un problema para él:
en un boliche, por Internet, en una excursión a las termas de Salto con un
grupo de jubilados bancarios, gremio al que también pertenece. "Cuando
estaba llamando para reservar me di cuenta que iba a estar lleno de jubilados y
jubiladas, como yo, pero con la gente de mi edad me aburro. A mí me gustan las
mujeres más jóvenes", comenta. Pero eso tampoco ha sido un escollo para
Capdepont. Salvo en su primer matrimonio, sus esposas siempre fueron unos 20
años menor que él. "Para que me guste una de 50 tiene que haber sido por
lo menos Miss Uruguay. Me da bronca, pero me pesa lo físico. Es que reconozco la
belleza como una de las cualidades humanas, además es parte del erotismo. ¿Qué
voy a hacer?", dice y larga una fuerte carcajada.
En el caso de los hombres, sostiene
González Cruzado, a la hora de "reincidir en el matrimonio" la edad
de la nueva compañera es un factor relevante. "Si un hombre arma pareja
con una mujer bastante menor, que desea formar una familia y tener hijos
propios, el formato matrimonial parece ser el que los protege más y
mejor", asegura.
En la historia de Capdepont, la
propuesta siempre surgió por iniciativa femenina. "Me lo propusieron y
como para mí la diferencia no es más que económica, siempre dije que sí. Claro,
reconozco que tengo el sí fácil. Para mí era una exigencia que no tenía
importancia, pero veía que a la mujer le daba cierto grado de seguridad".
Ese esquema, donde ser "la señora
de..." da cierta tranquilidad y estatus, que tanto entrevistados como
especialistas tildan de machista, está cambiando. "Aunque aún persisten
grandes desigualdades, las diferencias entre hombres y mujeres poco a poco se
van achicando", comenta la terapeuta de parejas.
Sin embargo, a las mujeres -sobre todo
si tienen sus hijos a cargo- les resulta más difícil volver a rehacer su vida
afectiva que al varón. "Ellos pasan a vivir nuevamente una `vida de solteros`
y son visitados ocasionalmente por los hijos. Pero además, se agrega un factor
de cierto cuidado de la prole, cuando no, de cierto pudor, de integrar a una
nueva pareja, a `un desconocido`, en el ámbito de la cotidianeidad
familiar", argumenta González Cruzado.
Es frecuente escuchar a mujeres
-solteras, separadas o divorciadas- decir que "se casan siempre los
mismos". Y algo de razón tienen. "Parece haber pocos varones
disponibles en el mercado de los afectos, pero sobre todo libres y dispuestos a
formalizar", dice la terapeuta. No obstante, agrega, son los hombres los
que más suelen reincidir en el casamiento. "Tienden a resolver su
situación sentimental antes que la mujer, con independencia del hecho de tener
hijos", remata.
DAR LA PELEA.
El casamiento no garantiza la
durabilidad ni la felicidad del matrimonio, pero ayuda. Algunos dicen que es
"subir un escalón" más, una "confirmación" del amor, una
"demostración" de que la cosa va en serio o un argumento más para
"pelearla" cuando la cosa no funciona.
"Si la situación no da, me volvería
a divorciar y me volvería a casar. El secreto de las parejas es: o crecés
juntos o te terminás divorciando. Pero en ese ida y vuelta, cuando uno está
casado le pone un poquito más de ganas, la pelea más. Cuando no estás casado la
mochila es más liviana; si no marcha, junto mis cosas y me mando mudar",
reflexiona Roberto Martínez, "líder" en materia de casamientos entre
su grupo de amigos.
A medida que habla del tema, la
terapeuta González Cruzado parece sacar una conclusión que, sin ser absoluta,
se ajusta bastante a la realidad: "El divorcio es cada vez más frecuente y
está aceptado socialmente. Las uniones libres también son más frecuentes y
aceptadas. Los casamientos siguen existiendo y siguen siendo elegidos por quienes
lo transitaron alguna vez. No aseguran la felicidad eterna, pero dan un marco
de contención y seguridad".
El mix de nuestros
tiempos
No hay una única explicación sobre
porqué algunos -pocos- reinciden en el matrimonio. Para el psicólogo Álvaro
Alcuri, una hipótesis es que "hay un mix de costumbres antiguas que se
intentan mantener en un contexto moderno en el que la persona prueba y si no le
gusta descarta. Son dos cosas que no pegan, porque en el mundo moderno la
prueba y el descarte se da de otra forma". Y al mismo tiempo agrega:
"¿Hay un exceso de prueba y descarte? Sí, nos estamos pasando. De hecho,
muchísima gente nunca termina de elegir nada, en todas las áreas".
Mientras el viejo paradigma decía que había que mantener la institucionalidad a
toda costa, el moderno apunta a que se puede probar todas las veces que se
desee y no pasa nada. "Es un mix propio de nuestro tiempo".
"Hoy ya nada es
para siempre"
Para la psicoanalista vincular Alicia
González Cruzado, "no es lo mismo el vínculo matrimonial que las llamadas
uniones libres o de hecho". Según la especialista, "el gesto de
sellar la unión mediante el casamiento y su correlato de `legalización`, trae
consecuencias en las personas que la arman, tanto en lo singular como a nivel
social del medio que los rodea". Sin embargo, aclara, esto no simplifica
los hechos ni desconoce que las uniones libres, por ser cada vez más frecuentes,
gocen de una mayor aceptación y se vayan naturalizando. "Curiosamente, lo
mismo podría decirse de los divorcios: cada vez cuentan con mayor aceptación y
son una salida rápida al sufrimiento ocasionado por el vínculo matrimonial.
Estamos ante otros paradigmas, pero coexisten los anteriores. Antes la
estabilidad de los vínculos familiares estaba garantizado por el paradigma
`para siempre`. Hoy ya `nada es para siempre`. Son otros los ideales que
aquellos ostentados por la modernidad", concluye.
LAS CIFRAS
845.120
Son los uruguayos mayores de 12 años que
están casados por civil en Uruguay, según cifras preliminares del censo 2011.
496.188
Son las personas que eligen la
"unión libre" con una "pareja de otro sexo" en Uruguay,
según datos del último censo.
FAMOSOS Y REINCIDENTES
Son varios los uruguayos famosos y
reincidentes, la mayoría hombres con tres matrimonios o más. Entre ellos están
Eduardo Galeano, Juan Carlos Onetti y Gerardo Sotelo. A nivel internacional,
Liza Minnelli lidera, con ocho casamientos en su haber.