La
declaración de guerra comenzó muy pronto, apenas la nueva jefa de enfermería
tomó su cargo y se enteró de que su sueldo era menor al de Andrea (nombre
ficticio). Hasta ese momento llevaba seis años trabajando a cargo del block
quirúrgico de un hospital del interior del país. “Yo quiero tu sueldo”, le
advirtió en el pasillo del hospital. Cuando Andrea atinó a reírse, ante el
desconcierto de semejante declaración, la jefa optó por empujarla.
En
los siguientes nueve meses la persecución se intensificó. Cada eventualidad
pasó a ser culpa de Andrea, quien comenzó a tener que pedir autorización por
todo lo que hacía y, movida por el temor a fallar, trabajaba 10 horas por día
para no dar lugar a equivocaciones. La jefa incluso le rompía material de su
servicio para demostrar quién mandaba y la obligó a enseñarle sus conocimientos
en el área hasta que pudo deshacerse de ella. Cuando Andrea regresó tras
tomarse 10 días de licencia por estudio, la habían trasladado a otro sector en
el que perdió las compensaciones salariales, lo que equivalía a una disminución
de $ 5.000 en su sueldo. Andrea colapsó. Terminó internada por un pico de
presión, medicada por psiquiatras y no pudo volver a trabajar en un año y
medio. Jamás regresó al block quirúrgico.
El
acoso laboral o mobbing (del inglés mob: acosar, asediar), es una realidad que
–como su contraparte a nivel educativo, el bullying– preocupa cada vez más a
nivel internacional. Pero para que exista esta violencia psicológica debe
probarse que fue ejercida de forma sistemática y durante un tiempo prolongado
–seis meses– de una persona o un grupo de personas hacia otra en su lugar de trabajo.
La
Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha calificado este fenómeno, que
afecta a 15% de los trabajadores en el mundo, de “epidemia” y de acuerdo al
experto español Iñaki Piñuel, entre el 10% y el 15% de los suicidios estarían
motivados por el acoso laboral. Pero además, el mobbing genera una importante
incidencia económica debido a las bajas por enfermedad y a la merma de la
productividad que trae aparejado.
¿Psicosis
o aumento?
En
Uruguay las denuncias por mobbing se han ido incrementando en los últimos años,
ya sea porque han aumentado los casos o por la mayor visibilidad que está
adquiriendo el fenómeno. En 2011 el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social
(MTSS) recibió 988 consultas por diversas formas de acoso laboral y
discriminación. De acuerdo al director de la Inspección General del Trabajo,
Juan Andrés Roballo, en 2011 se recibieron 150 denuncias por acoso laboral, lo
que representa un aumento del 1.300% con respecto a las realizadas en 2009, que
fueron 11. No obstante, puntualizó Roballo “la cantidad de denuncias con
respecto a las consultas son mínimas”.
Para
Leonardo Slinger, especialista en Derecho Laboral del Estudio Guyer &
Regules, existe una especie de “psicosis” respecto al tema, ya que cualquier
situación es factible de convertirse en una hipótesis de acoso.
La
doctora Elizabeth Chávez, del Centro de Salud Ocupacional del hospital de
Clínicas, reconoció que la gran mayoría de las consultas que reciben no entrañan,
en realidad, acoso laboral.
Según
el MTTS, más de la mitad de las denunciantes son mujeres, el 88% provienen del
sector privado y el 12% del público. Estos datos contrastan con los
suministrados por la psicóloga, fundadora y presidenta de la Asociación contra
el Acoso Moral Laboral en el Uruguay (Acamlu), Silvana Giachero, quien
coincidió con la preeminencia femenina, pero indicó que el 90% de las personas
que atiende pertenecen a la órbita del Estado.
Giachero
sostuvo que “las organizaciones públicas están teniendo un deterioro a nivel
organizativo muy grande”, lo que favorece la aparición de conductas de acoso.
Además, se hace uso de este tipo de violencia para lograr la desvinculación de
los funcionarios.
La
psicóloga destacó que una encuesta de 2008 realizada con financiación de las
Naciones Unidas a la que tuvo acceso establecía que 54% de los empleados de
ANCAP y el 59% de los del Banco de Previsión Social (BPS) habían padecido
violencia psicológica en el ámbito laboral.
Para
Federico Muttoni, gerente de Advice, empresa de selección de personal, las
compañías privadas suelen estar más preparadas para contrarrestar los casos de
acoso laboral ya que la comunicación dentro de las organizaciones es más
fluida, muchas disponen de equipos de Recursos Humanos e incluso hay algunas
que cuentan con líneas de denuncia anónimas.
“Las
empresas tienen evaluaciones de desempeño para los empleados y los jefes,
quieren retenerlos y motivarlos. En Uruguay hemos tenido unos cuantos cambios
en el mundo del trabajo en los últimos años.Hoy el trabajador en general está
muy protegido”, sostuvo.
A
su vez, expresó, las nuevas generaciones piden nuevas reglas de juego, con
relaciones de trabajo más abiertas. Al respecto, Giachero explicó que el acoso
laboral suele implicar, sobre todo, a personas de 30 a 50 años.
Por
otro lado, el mobbing puede estar detrás del importante incremento en las
certificaciones médicas que se expidieron el año pasado con respecto a 2010,
que pasaron de 240 mil trabajadores a 330 mil, de acuerdo a un informe del BPS.
Este documento muestra además, que las enfermedades psiquiátricas se duplicaron
en 10 años.
Si
bien el mobbing afecta a todas las profesiones y se puede dar tanto de forma
vertical, de jefe a empleado, como horizontal, entre compañeros, lo más común
es la primera modalidad y es más habitual en sectores como el sanitario y el
educativo, sostuvo Giachero, quien destacó también estas prácticas en áreas de
servicio como los callcenters. Dentro del acoso laboral se dan diversas
modalidades que incluyen el acoso moral, distintas formas de discriminación y
el acoso sexual.
Sindicatos
y mobbing
De
acuerdo a la definición del pionero del estudio del mobbing, Heinz Leymann,
existen más de 45 formas de este tipo de violencia, algunas de las cuales
implican desprestigiar la dignidad y la reputación de la persona, realizar
acciones contra el ejercicio de su función (ya sea dándole trabajo en exceso
para inducir a equivocaciones o anulando sus tareas), y limitarles la
comunicación, alejándolos física y afectivamente del grupo de trabajo. El
acosador, que suele ser un individuo de personalidad psicopática, de rasgos
narcisistas o paranoides, normalmente es un manipulador que se siente amenazado
por las capacidades o cualidades del individuo objeto de su acoso.
José
Cano es un profesor de UTU de Maldonado, que fue víctima de acoso laboral a
partir del 2004 y aun hoy sufre las consecuencias. Todo comenzó cuando envió un
reclamo al Consejo de UTU –tras haberlo hecho sin resultados a las autoridades
de la escuela– dando cuenta de una falla eléctrica que se producía en las
máquinas con las que trabajaban sus alumnos.
A
partir de allí comenzaron las represalias, que incluyeron la orden a los demás
docentes para que no le dirigieran la palabra, la imposibilidad de acceder a
los armarios o a la biblioteca, y hasta la presentación de denuncias penales en
su contra, acusándolo de sabotear las máquinas. “El tema de la falla eléctrica
fue quedando atrás y me vi en una situación en la que tenía que estar demostrando
mi inocencia permanentemente”, recordó Cano.
Luego,
lo enviaron a Lavalleja, donde supuestamente funcionaba una escuela, aunque en
realidad esta no existía hacía 30 años. Fue obligado a permanecer en un galpón
rural “en condiciones infrahumanas”, afirmó él, y a recorrer más de 100
kilómetros y despertarse a las cinco de la mañana para llegar.
Tras
ocho meses allí, cuando finalmente el MTTS comprobó su situación y lo devolvió
a su cargo, el acoso laboral se transformó en acoso institucional, por el cual
él y su mujer eran amenazados por el sindicato.
Según
los expertos consultados, los sindicatos suelen formar parte muy importante
del proceso de mobbing, ya sea por
omisión de apoyo a los trabajadores o por el acoso mismo ejercido en ciertas
situaciones por estas agrupaciones, como el que practican algunos sindicatos
con los no afiliados, sostuvo Muttoni, de Advice.
Uno
de los graves problemas del acoso laboral, indicó Giachero, es el estigma que
este produce. El espiral destructivo del mobbing hace que sea muy difícil salir
de él y causa daños muchas veces irreparables, tanto en la salud física y
psíquica de la persona como en su vida social y familiar.
Reintegro
dudoso
La
mayoría de las víctimas de acoso laboral
no logra reintegrarse al trabajo. La depresión suele ser el corolario para este
problema. Por otro lado, muchas víctimas del mobbing llegan en estadios
avanzados a la consulta debido a que desconocen lo que les pasa y hasta se
sienten invadidos por sentimientos de culpa.
Cano
resistió el acoso laboral y recuperó su trabajo, pero aun tiene que tomar
antidepresivos, cargar con el estigma de ser problemático y trabajar día a día
con uno de los que lo victimizó. “Algunos docentes te tratan con una cierta
actitud condescendiente, como que vos sos una persona que está enferma y ellos
te dieron una oportunidad”, sostuvo.
El
estado de salud actual de Marta (nombre ficticio de una funcionaria pública) es
un reflejo del acoso continuado que viene padeciendo. En los últimos cuatro
años subió 25 kilos, tuvo ya varios bloqueos de columna a partir de la hernia
de disco que se hizo movilizando cajas –un trabajo que no le corresponde como
administrativa, pero que le obligaban a realizar– y toma antidepresivos.
De
acuerdo a su relato, comenzó siendo acosada sexualmente por su jefe, quien no
incurría en esta clase de comportamiento por primera vez, e incluso llegó a
manosearla. La solución tomada por las autoridades consistió durante un tiempo
en separar la oficina que compartían con una mampara. Cuando finalmente el jefe
fue obligado a jubilarse por las denuncias, Marta no corrió mejor suerte con
las nuevas autoridades, que optaron por cortarle la comunicación, y oscilaron
entre sobrecargarla de trabajo o sacarle todo tipo de actividad. Según le
dijeron, ella era “la rata que había denunciado a un jefe”.
Más
allá de las penurias, ninguna de las tres personas que dieron su testimonio
acerca de acoso laboral para esta nota consiguió de momento ser indemnizada ni
que sus acosadores fueran castigados, teniendo incluso que trabajar con ellos.
Pese
a que hay mecanismos para canalizar estas denuncias en el MTTS y por vía
judicial, de momento no hay una ley específica sobre acoso laboral, aunque
paradójicamente sí la hay para el acoso sexual (ver recuadro).
A
juicio de Giachero, todavía queda mucho para hacerse a nivel de los distintos
actores involucrados en el tema. “Se necesita capacitar a los gerentes, hacer
talleres, que sean las mismas empresas las que denuncien en el MTTS, que haya
protocolos antiacoso y que se desarrolle una investigación histórica (del
acosador y de la víctima)”, sostuvo. Al respecto, Roballo informó que el
Ministerio de Trabajo ofrece capacitación en el tema a inspectores y
administrativos de la cartera.